
Las primeras luces entran por la ventana,
dejando ver sutilmente la belleza de tus senos,
de tú cadera y tú peliroja melena mientras duermes....
y en ese silencio de contemplación,
comenzé a besar tú espalda,
hasta llegar a tu jardín secreto,
sólo entonces... supiste que eras una diosa.
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