sábado, septiembre 24, 2005

nubes de luz



Ana miró hacia arriba y se quedó un tanto asombrada de la belleza que le ofrecía la naturaleza esa mañana de sol radiante.

Y medio parada, tiró de la mano de su padre y le preguntó.

¿Papi papi, es ahí donde se marcha la gente cuando uno se muere?

¿Es ese cielo que dicen que vamos, tan bonito como el de hoy?

¿Iré yo alguna vez y podré correr y jugar entre esas nubes?


El padre de Ana, se agachó de cuclillas para ponerse a su altura, y luego mirarla con una sonrisa.

Todos nos marchamos, dijo Alberto a su hija.



Como ya te conté en alguna ocasión, en realidad, no morimos, no desaparecemos, sino que nos transformamos, y vamos a otro lugar distinto. ¿recuerdas lo que le pasaba al gusano de seda?, pues algo similar.

Nuestras vidas, hija, son solo un paso más.



En cuanto a lo del cielo que me preguntaste, en realidad ese lugar donde vamos, no tiene un nombre propiamente dicho, tu puedes llamarle cielo si quieres, pero no es que esté allí ese lugar. ¿comprendes?

¿Entonces los que se marchan no están allí arriba en las nubes? Dijo Ana.

No hija, los que se marchan, están en un lugar que no tiene espacio, es algo complicado de explicar, no hay arriba ni abajo, ni izquierda o derecha, es distinto.



Yo siempre pensé que el abuelo estaría allí arriba entre las nubes, riendo y saludándome.

Bueno, eso no es malo imaginarlo, es bonito y quizás pueda ser así si tu lo deseas.


Ellos están en todos los sitios, pueden estar allí arriba, pueden estar aquí junto a nosotros paseando.


Ana, la niña que parecía comprender el sentido de las cosas con gran facilidad, mostró su sonrisa al pensar que quizás su abuelo no solo estaba allí arriba entre las nubes como había pensado sino que también podía estar junto a ella protegiéndola

De todas formas, dijo Alberto, las nubes son muy bonitas ¿verdad?, quizás algún día podamos dar un paseo por ellas juntos con el abuelo y los demás.


La mañana pasó entre el susurro del mar y la brisa marina, pero los dos sintieron que aquella conversación, les había llenado interiormente y les hacia ser más abiertos y comprensivos.


Ana, comprendía ahora algunas cosas más, y desde entonces, miraba las nubes de otra manera, pero con el mismo encanto que la primera vez.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonito Oscar, tu sensibilidad está a flor de piel, animo para seguir sacando de tu corazón cosas tan lindas.
Un besazo, de quien te desea lo mejor


Yemanha

Anónimo dijo...

Es precioso, Oscar. A veces no puedo expresar con palabras lo que siento a leer un texto como este.
Voy a darme un paseo por las nubes!

Besitos amigo

Anónimo dijo...

Que lujo disfrutar de tus historias, he estado un poco ausente... pero necesitaba seguirme alimentando con tus letras y esa esencia que las envuelve.
Besos